La tiranía del reloj y los campos de algodón

Yo estaba en la secundaria cuando en una clase de historia, la profesora nos hizo leer un par de textos sobre la revolución industrial, es en uno de ellos donde me topo con una frase que evocaba: "La tiranía del reloj". Grabada había de quedar en mí esa frase, y tal es el significado que representa, que el post de hoy va, en parte, dedicado a las viejas construcciones del hombre y el deterioro que sufren con cada soplo del viento, cada gota de lluvia, cada gramo de óxido corroyendo el acero.

Esta imagen nos muestra lo que, en una época dorada de la producción algodonera del norte de Santa Fe (Argentina), se construían los llamados "ranchos": viviendas algo precarias que los "gringos" construían en sus campos para que los peones, que llegaban con sus familias de diversos lugares, se hospedaran allí para estar presentes durante todo el tiempo que durase la campaña del algodón. Definitivamente, estos asentamientos no contaban con comodidades, pero esto no era problema para la época, sino un hecho natural. Estos ranchos, de dimensiones no mayores a 3x4 m y apenas 2 m de altura, albergaban a estas personas trabajadoras. La cantidad de ranchos dependía de las dimensiones del campo y la necesidad de personal.

Las estancias donde se instalaban estas construcciones proveían a los trabajadores de los alimentos y demás elementos esenciales, vendidos por los mismos dueños de las estancias, en lo que se llamaba " La despensa".

Ya han pasado más de 50 años de estos hechos que estoy contando; y los tiempos han cambiado, los ranchos han desaparecido (o están como éste) a punto de hacerlo, pero esos ladrillos saben, mudos testigos, de las cosas que han pasado bajo esos techos de chapa pelada, albergando gente de sudor y trabajo bajo el sol del agobiante verano santafesino. La mano de obra fue reemplazada por máquinas, por las nuevas legislaciones que hacían imposible el pago de sueldos; y los campos de algodón, por soja, maíz o girasol, según la conveniencia económica.